martes, 27 de julio de 2010

Esencia humana (I)

No hay duda, de que el intelecto humano constituye una poderosa y útil herramienta que ha conseguido que este se emancipará de los condicionantes y las limitaciones que la Naturaleza impone a sus criaturas, al menos en apariencia. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse, hasta que punto el desarrollo de la civilización y la cultura, productos de su superior inteligencia , han liberado y transformado auténticamente al ser humano en una especie singular y admirable y cual es el auténtico alcance y significado de las conquistas humanas. Y es que si uno presta atención a los motivos y metas que han impulsado y guiado las acciones de los hombres a lo largo de toda su historia (no sus pretextos o excusas) , muchas de las ideas generalmente aceptadas y en las que basamos nuestra imagen , a menudo idealizada, del hombre, quedan ciertamente matizadas cuando no puestas en entredicho abiertamente.

No puedo dejar de tener la impresión, a menudo, de que a pesar de todos nuestros supuestos avances quizá no nos hayamos alejado demasiados del resto de los animales, salvo pervirtiendo, enmascarando o hiperdesarrollando los instintos e impulsos comunes que nos guían, y urdiendo ingeniosos y complejos medios de satisfacerlos, pero sin haber variado apenas la esencia común de nuestra existencia. Después de todo, tan sólo prestando atención a los afanes y la conducta de los hombres de las sociedades avanzadas de hoy en día, ¿somos realmente tan especiales, tan desarrollados y tan admirables como nos gusta pensar que somos? ¿Acaso la mayor parte de nuestras energías no siguen dirigiéndose a la búsqueda de la satisfacción de instintos primarios como comida, refugio, seguridad y sexo? ¿No sería esto, básicamente y en el fondo, asegurar la supervivencia de los individuos y la perpetuación de la especie a través de sus individuos con más éxito, siguiendo en ello el básico principio guía de búsqueda de lo placentero y "bueno" y evitar lo desagradable y doloroso? Nuestro incansable afán por el poder, la riqueza y la ostentación , poderosos motores de las acciones de los hombres a lo largo de toda la historia, ¿no entroncarían con este fondo casi directamente heredado de nuestros ancestros animales? ¿No es cierto acaso que el miedo (mecanismo evolutivo básico) y la ambición (ayudados tan frecuentemente por diferentes formas de agresión y violencia) siguen siendo fuerzas impulsoras tan poderosas como lo han sido siempre, siendo además, bien utilizadas para manipular y conducir a las grandes masas por políticos, líderes y caudillos en todo tiempo y lugar? ¿Hemos entonces, variado o perfeccionado cualitativamente la sustancia de la grosera naturaleza que nos determina, o sólo la hemos acomodado y disfrazado con brillantes atuendos que, además, nos ayuden a percibir aquello que más nos conviene?