viernes, 7 de enero de 2011

Juegos y reglas

- Resulta sorprendente como cuestiones que uno considera de la mayor relevancia o interés pueden surgir o encontrarse en situaciones anecdóticas o aparentemente irrelevantes . Es posible que ello sea una forma en que se manifiesta la profunda relación y conexión de todos los asuntos y elementos del mundo humano.

En fin, entrando en el asunto en sí, diré que me encontraba hace unos días jugando a un videojuego y en el transcurso del juego, surgió, como es usual en estos casos , un puzle a resolver para poder continuar avanzando y desvelar, de paso, ciertos hechos importantes de la historia. El mencionado puzle consistía en realizar un movimiento en una partida de ajedrez en la que, aparentemente, no existe forma alguna de realizar una jugada exitosa. La pista, creo recordar, rezaba algo así como que las reglas habían sido establecidas y todos lo movimientos calculados, con lo que , en un principio, no parecía haber forma alguna de resolver el problema. Evidentemente existía una forma de solucionarlo, y esta no era otra que sacar al rey fuera del tablero, o lo que es lo mismo , negarse a jugar según las reglas y los fines que se nos imponen en el juego del ajedrez. Aunque ingeniosa hasta cierto punto, la solución , no obstante, tampoco resultaba tan inusitada u original una vez encontrada. Un ejemplo sencillo de de pensamiento lateral por lo demás, en la línea del clásico episodio del Nudo gordiano. Sin embargo, este simple acontecimiento me hizo reflexionar , una vez más, sobre el asunto de los juegos, las reglas y los objetivos.

Aún a riesgo de forzar o llevar demasiado lejos una metáfora o imagen, creo que el hecho de contemplar muchos aspectos capitales de nuestro mundo a través de la perspectiva del juego, no sólo puede resultar un ejercicio interesante, sino también altamente ilustrativo e instructivo para ayudar a comprender o aclarar , hasta cierto punto, algunas cuestiones de bastante importancia . Así pues, en primer lugar se puede elucubrar sobre cuales serían los elementos principales de un juego. Rápida y fácilmente, con el concepto de juego en mente, uno puede pensar en un objetivo o meta , unos jugadores, unas reglas y unos medios a través de los cuales conducir el juego. Resulta también, casi imprescindible, no olvidar tampoco el asunto de los riesgos y las ganancias posibles, en una relación directamente proporcional normalmente, de aquellos que toman parte en el juego. Y, precisamente, son el riesgo y la ganancia, junto con el objetivo al que se asocian, los que hacen que un juego pueda pasar de resultar un asunto banal , de puro entretenimiento o distracción, a ser algo de la mayor trascendencia o seriedad. Creo que en elementos como éstos, precisamente, radicaría ,en gran parte, la grandeza del juego entendido en sentido amplio ; en ser una idea y un concepto altamente maleable y flexible, que manteniendo unas sencillas premisas como las citadas pueda acabar adoptando tantas y tan diversas formas, y que tiene capacidad de llegar a abarcar tantas dimensiones y realidades. Con cierta audacia, ¿no es acaso posible aplicar este punto de vista y analogía a una inmensa cantidad de acontecimientos y procesos que acontecen y conforman la existencia de todos los seres vivos, quizá incluso la mayoría o incluso la práctica totalidad de ellos?

Poder utilizar este prisma con muchas de las dimensiones y áreas de nuestra realidad (algo en lo que, desde luego no sería nada original por lo demás) es posible que pueda causar rechazo por su aparente aire burlesco y superficial, pero en realidad, no creo que haya realmente nada trivial ni frívolo en el juego per se. Llegado el caso, el juego puede devenir en lo más serio, y, quizá, lo único serio que se pueda encontrar en último término. Sospecho que éste posible rechazo podría encontrarse en relación de alguna forma con la tendencia de las personas en contemplar las convenciones, reglas y finalidades que gobiernan y moldean su vida como algo absoluto y elevado, solemne, envuelto en un aire de pesada y blindada santidad (casi los valores opuestos que se suelen atribuir al juego) que, de la misma forma, ayuda a crear la ilusión tranquilizadora de permanencia y solidez y , de paso, hace más fácil aceptar los límites y finalidades impuestos a nuestras concepciones y a nuestra forma de vivir .

Volviendo a retomar la analogía del juego y su aplicación, todos los seres vivos, pienso, obedecen a reglas y persiguen objetivos y metas a través de los medios que están a su alcance y en las condiciones dadas en las que se desenvuelven. Que sean más o menos conscientes de ello, o que sean capaces de variar ese orden de cosas no creo que deba importar demasiado para el hecho en sí. No obstante, para los hombres en particular, si que tendría su indudable y capital trascendencia y significado, sobre todo para el problema de la visión y la concepción de sí mismos; un asunto con amplias y trascendentales ramificaciones . Después de todo, y refiriéndonos a la humanidad y a su aparente originalidad , se suele hacer hincapié respecto a la misma en el hecho singular de que los miembros de nuestra especie han sido capaces de emanciparse y haber superado, por lo menos hasta cierto punto, los condicionantes que marcaban las fronteras y horizontes que gobiernan a demás seres vivos y que dirigen su rumbo a lo largo de su tiempo de vida. No sólo eso; de igual manera, los seres humanos , se supone, son capaces de crear y transformar sus propias reglas, finalidades y objetivos, además de procurarse sus propios medios, pudiendo modificar, también, y en cierta medida, las condiciones en las que se desenvuelven. Con ello, ¿no quedaría con ello manifiestamente clara una sorprendente y maravillosa capacidad creadora, por nadie más conocida hasta donde sabemos, que , asimismo, se alzaría en elemento primordial que caracterizaría y haría especial al hombre, otorgándole además un privilegio y una libertad inalcanzables para cualquier otra forma de vida conocida? Llevado a sus últimas consecuencias, este don, podríamos suponer que nos acercaría casi a las fronteras de los dioses en las cuales la creación solamente estaría limitada por el acto creativo en sí y podríamos marcar sin estorbos el curso de nuestro destino. Pero no puedo dejarme llevar más por estas ideas, que si bien resultan bastante dignas de admiración y estima para mi (por lo menos en su faceta de ideales), su entidad y funcionamiento concreto en la realidad es algo que despierta mis reparos y mi escepticismo.

Para empezar, me cuestiono en que grado realmente el hombre ha llegado a liberarse de los condicionantes de su biología y de su medio, pero ello es algo que nos alejaría del tema a tratar. Aún reconociendo en los seres humanos la existencia, ya sea en un grado o en otro, de un cierto potencial creativo y una capacidad de determinar y dar forma a su existencia, y que, como consecuencia, otorgaría una libertad a los hombres no conocida por otro tipo de ser vivo ( hasta donde sabemos por lo menos); pienso que ello sería demasiado frecuentemente más una fuente de angustia, ansiedad y pesadez que un privilegio o un regalo como se pudiera pensar . Los ejemplos que encuentro en la vida diaria o en los libros me reafirman en esta opinión. Es bastante lógico después de todo, aunque no menos triste, y , a la larga, ciertamente irresponsable y peligroso. Indudablemente, abrazar un tipo de libertad como la que implica el don creativo del que hablo, aunque pueda llegar a proporcionar los frutos más dulces, deja a una persona frente a frente con una pesada, ingrata y dolorosa tarea como la que es ser dueño de la propia persona y del propio destino, y también frente a la responsabilidad de los propios actos. Resulta mucho más cómodo y sencillo dejarnos llevar; que sean otros quienes marquen las reglas, que sean otros los que determinen las metas, los significados, los valores... que sean otros los que nos digan lo que tenemos que ser y hacer. ¿Hasta que punto los ideales humanísticos a través de los que nos definimos y con los que nos identificamos tan a menudo no son más que eso, simples ideales?

Puede que el señor Pérez-Reverte haya podido ver con más lucidez y ecuanimidad que la mayoría de nosotros. Es posible que lo mejor que pueda hacer una persona que se enfrente a estas problemáticas cuestiones sea encontrar consuelo en el hecho de poder discernir cuales son las reglas y como funcionan, poder identificar las jugadas y comprender la dinámica del juego y el papel que ostentamos en ello, aunque poder intervenir y participar activamente en el mismo, o poder crear un juego propio sea otra cuestión, algo que, quizá, quede demasiado a menudo lejos de nuestro alcance.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Genios

Siempre he encontrado fascinante la figura del genio; aunque no tanto quizá por el alcance y trascendencia de sus ideas , y por las repercusiones y efectos de sus acciones como por otras razones . Desde luego, el peso y entidad de la mismas puede llegar a ser inconmensurable y la historia nos ha demostrado esa hecho de forma palpable con un buen número de ejemplos a lo largo de los siglos. Aunque ello reviste un indudable y merecido interés y atención, el aspecto que me atrae de forma más poderosa es, posiblemente, el de la propia figura de quienes englobamos con el término de genio o sus derivados y sinónimos; su singularidad dentro de la dimensión humana, de la que , paradójicamente y posiblemente, sean su mejor y más elocuente muestra.

A riesgo de resultar melodramático por la forma de expresarlo, la figura del genio parece conllevar, aparente, y, casi inevitablemente, de una forma u otra, el estigma de la tragedia. En primer lugar, se puede pensar en el caso de las personas que, teniendo las potenciales propias de una figura tal no son capaces de encontrar los medios, la ocasión o las condiciones apropiadas para llegar a alcanzar las cumbres a que podrían haber llegado en unas circunstancias más propicias. ¿Cuantos habrán sido? Creo que probablemente la inmensa mayoría. ¿Cuantos otros, se habrán quedado a mitad de camino? Otro buen número imagino. No puedo evitar elucubrar sobre toda la amargura, tristeza y dolor acumulados por personas que, aunque puedan haber pensado en elevarse, nunca han podido alzar el vuelo, o se han estrellado poco después de haberlo iniciado, o, en aquellos a los que , simplemente, se les han arrancado las alas de una u otra forma. Incluso aquellos que han podido experimentar y cultivar sus talentos y capacidades hasta que han florecido y dado fruto, aquellos que han podido dejar su huella, no se han visto libres de sufrir la soledad, la incomprensión, el olvido, el rechazo o la abierta hostilidad y desprecio por parte de los demás, o de ellos mismos.

En cierto modo, creo que el alineamiento y desarraigo de sus semejantes y de la sociedad y cultura en que habitan son, a la vez, tanto requisito previo, como precio a pagar por las personas extraordinarias en el caso de aprovechar y cultivar sus dones; a la vez causa y efecto. La naturaleza singular, y el curso que impone el desarrollo de la misma a esas personas, pienso que tiende a llevarlas más allá que el resto de la gente de su tiempo en uno u otro sentido, pero al precio de separarlas en mayor o menor medida del mundo o realidad concreta de la que han surgido y en la que se han formado, lo cual conlleva un lógico y considerable sufrimiento y angustia. No es tampoco raro que, como consecuencia de toda esa serie de dificultades, complicaciones y sinsabores a los que se ven expuestos, o a su simple incapacidad para lidiar con su genialidad y sus implicaciones, los seres extraordinarios acaben desviándose y cayendo los extremos de la megalomanía, el aislamiento y la autodestrucción; por poner solo algunos ejemplos usuales que se suelen dar, ejemplos de una conducta límite y terminal, demasiado frecuente y cuya amenaza siempre ronda a lo extraordinario.

Herman Hesse, refiriéndose a los genios, utiliza en ocasiones la imagen de sondas que la humanidad lanza al futuro para tantear su camino. Un "sacrificio al futuro" sería una forma poética (y bastante pedante quizá, lo admito) de expresarlo de forma parecida. En cualquier caso, y según esa imagen, las personas de genio funcionarían, de algún modo, como los precursores, como los exploradores y pioneros que buscaría los nuevos horizontes y caminos por los que los hombres podrán seguir avanzando y extendiéndose en lo sucesivo, aquellos que señalan los posibles cauces por los que pueda seguir discurriendo nuestra historia y nuestro desarrollo. La cosa, precisamente, es que la mayoría de la gente suele vivir en una realidad inmediata y concreta, con unos limites y unos cauces que sean bien visibles y estén claramente definidos. Un mundo ordenado. Pero el mundo nunca se encuentra totalmente acabado, y su perduración se basa, sobre todo, en su actividad y su movimiento continuos. Desde esa perspectiva, las personas de genio serían buenos representantes y mejores muestras de ese hecho básico. Lógicamente, desde los parámetros estandard del común de la gente, esos mismos sujetos singulares no sólo resultarían incomprensibles y molestos con frecuencia, sino que pueden ser fácilmente percibidas como un peligro y amenaza para sus semejantes, ya que pueden poner en duda las bases y los pilares sobre los que descansa el edificio en donde el resto se refugia y mora ; al menos, me parece una reacción plausible en mi caso. Resultaría casi inevitable, para personas de esta condición, poner en entredicho statu quo sobre el que se basa el sistema en el que se basa la forma de vida de quienes forman parte del mismo, y ello , lógica y fácilmente, provocaría reacciones negativas y de rechazo en las mismas.

Si bien la actuación y las iniciativas de los seres extraordinarios pueden suponer numerosos beneficios una vez se aceptan y se adoptan, en un primer momento, ello es bastante difícil que pueda ser percibido, y mucho menos abrazado y utilizado sin con ello causar una serie de sacudidas y trastornos demasiado grandes para ser aceptados. Ha sido cosa común en todos los tiempos y épocas el hecho de que el reconocimiento y la aceptación de un determinado personaje de gran entidad y de sus actuaciones y obras sólo haya sucedido tiempo después de que estas se produjeran, cuando las condiciones y el contexto habían variado lo suficiente, y ya no suponían ( o se percibía que ya no podían suponer) un peligro de entidad. Parco consuelo se puede pensar, e ilustrativo ejemplo de ingratitud, pero el funcionamiento del mundo real poco o nada tiene que ver gran parte del tiempo con nuestros queridos y elevados ideales o la moral que defendemos o, decimos, defender.

He dicho al principio, que los genios podían ser una muestra elocuente de los mejores (también peores en ocasiones) elementos que constituirían el espíritu o la esencia humana. Ello no quiere decir, en absoluto, que sean solo ellos quienes puedan conformarlo y encarnarlo. Si bien con ellos se ha podido dar importantes y llamativos empujones al carro donde viaja la humanidad, es, sobre todo, la discreta y callada labor de la masa anónima, creo, la que le ha mantenido en movimiento avanzando (otra cosa sería hablar del destino posible al que nos encamináramos en ese viaje o las posibles consecuencias derivadas del mismo). Entre esa multitud, me gusta pensar, que existe siempre una cantidad apreciable, aunque nunca demasiado numerosa, de personas con capacidad de penetrar más allá, de no limitarse a lo común, ordinario e inmediato, de aportar su valioso y brillante grano de arena a la riqueza común de la humanidad, de enfrentarse a la vida con el grado suficiente de lucidez, decisión y valor como para poder dar los pasos suficientes como para justificar su camino, y, de paso, el de la colectividad de la que forman parte. Eso siempre supone pagar un peaje, claro, de una entidad y forma determinada en cada caso. ¿Merece la pena el costo en relación con los beneficios? Eso es una pregunta cuya respuesta supongo debe proporcionarse cada uno de nosotros individualmente.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Esencia humana (II)

Se puede pensar que a través de las más variadas vicisitudes y esfuerzos que refleja la historia, progresivamente nuestras modernas sociedades han ido consiguiendo superar y alzarse por encima de esta áspera realidad en grado notable, pero si uno enfoca y concentra su mirada no se tarda demasiado en volver a percibir la huella de todos estos mencionados afanes y necesidades, apenas ordenados y regulados precariamente en un frágil equilibrio, y disfrazados como es común en el hombre occidental bajo el manto supuesto de la civilización y el progreso; un manto este, de todas formas, con bastantes remiendos y a través del cual no dejen de entreverse multitud de sutiles (o no tan sutiles) y disimuladas crueldades, injusticias, abusos y humillaciones que suponen gran parte de la vida de cualquier miembro de estas sociedades. Y ello,cuando no se producen las inevitables irrupciones crudas y abiertas de la condición de los hombres , tan a menudo mezquina, egoísta, miserable y atroz, en las forma de asesinatos, robos, violaciones, maltratos, linchamientos etc. que conforman un transfondo oscuro y bronco, pero siempre real y presente que se sigue asentando en los sótanos, recovecos y esquinas de la aparentemente brillante pero precaria estructura que hemos conformado , aunque tan a menudo y tan convenientemente apartemos de ello nuestra mirada.

Cierto es, por otra parte, que algunas sociedades parecen mostrar un mayor grado de equilibrio, armonía y prosperidad que otras. Si esto es efectivamente así, ¿en qué se basa su aparente mayor éxito? ¿Han encontrado las nociones de libertad, justicia, igualdad y fraternidad una tierra más profunda donde arraigar o disfrutado de unos mayores cuidados y desvelos para que florezcan? Si se puede considerar que hasta cierto punto ha habido avances notables en ese sentido, pienso que estos son más bien un producto de la dinámica social, política y económica que unos principios impulsores de la misma, además de estar condicionado ello por unas claras y evidentes constataciones de índole puramente prácticas y pragmáticas. Después de todo, ¿acaso las lentas y penosas conquistas y reconocimientos de derechos y prerrogativas generales para los ciudadanos no han sido el producto de interminables, enconadas y violentas revueltas, luchas y reclamaciones? ¿No es cierto que el estado del bienestar del que han estado disfrutando los países de occidente derivó en gran parte de los efectos de las tragedias y sufrimientos que golpearon de forma brutal el mundo desde la primera guerra mundial hasta la posguerra de la segunda, pasando por la mayor depresión económica de la historia moderna? Conviene no olvidar tampoco, que la semilla de estos graves acontecimientos se encuentran en gran medida en los desequilibrios y movimientos generados por políticos, militares, magnates económicos y oportunistas varios, en fin, por aquellos que copaban las elites y los puestos más altos del sistema y que utilizando éste la mayor parte del tiempo como patio para la conducción y consecución irresponsable de sus egoístas deseos y ambiciones, ayudaron a arrastrar a incontables masas de hombres e innumerables territorios en una desenfrenada e histérica vorágine, producto de la cual son los mayores horrores y desastres (sistematizados y a una escala nunca imaginada hasta entonces) que ha conocido el hombre y cuyos efectos perniciosos condicionaron (y condicionan aún en parte) el curso posterior de la historia de la humanidad. Pero no es menos cierto, y siempre me gusta tener presente, que estos poderosos e influyentes personajes y grupos a los que con justicia se puede achacar gran parte de la responsabilidad y la culpa de lo sucedido (aunque en absoluto toda ella) siguen siendo al fin y al cabo parte de la humanidad al igual que nosotros, con unas características y una naturaleza básica no diferente a la de sus cómplices, sus siervos o sus víctimas y de la que todos participamos. Básicamente hombres al fin y al cabo. Ni más ni menos.

martes, 27 de julio de 2010

Esencia humana (I)

No hay duda, de que el intelecto humano constituye una poderosa y útil herramienta que ha conseguido que este se emancipará de los condicionantes y las limitaciones que la Naturaleza impone a sus criaturas, al menos en apariencia. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse, hasta que punto el desarrollo de la civilización y la cultura, productos de su superior inteligencia , han liberado y transformado auténticamente al ser humano en una especie singular y admirable y cual es el auténtico alcance y significado de las conquistas humanas. Y es que si uno presta atención a los motivos y metas que han impulsado y guiado las acciones de los hombres a lo largo de toda su historia (no sus pretextos o excusas) , muchas de las ideas generalmente aceptadas y en las que basamos nuestra imagen , a menudo idealizada, del hombre, quedan ciertamente matizadas cuando no puestas en entredicho abiertamente.

No puedo dejar de tener la impresión, a menudo, de que a pesar de todos nuestros supuestos avances quizá no nos hayamos alejado demasiados del resto de los animales, salvo pervirtiendo, enmascarando o hiperdesarrollando los instintos e impulsos comunes que nos guían, y urdiendo ingeniosos y complejos medios de satisfacerlos, pero sin haber variado apenas la esencia común de nuestra existencia. Después de todo, tan sólo prestando atención a los afanes y la conducta de los hombres de las sociedades avanzadas de hoy en día, ¿somos realmente tan especiales, tan desarrollados y tan admirables como nos gusta pensar que somos? ¿Acaso la mayor parte de nuestras energías no siguen dirigiéndose a la búsqueda de la satisfacción de instintos primarios como comida, refugio, seguridad y sexo? ¿No sería esto, básicamente y en el fondo, asegurar la supervivencia de los individuos y la perpetuación de la especie a través de sus individuos con más éxito, siguiendo en ello el básico principio guía de búsqueda de lo placentero y "bueno" y evitar lo desagradable y doloroso? Nuestro incansable afán por el poder, la riqueza y la ostentación , poderosos motores de las acciones de los hombres a lo largo de toda la historia, ¿no entroncarían con este fondo casi directamente heredado de nuestros ancestros animales? ¿No es cierto acaso que el miedo (mecanismo evolutivo básico) y la ambición (ayudados tan frecuentemente por diferentes formas de agresión y violencia) siguen siendo fuerzas impulsoras tan poderosas como lo han sido siempre, siendo además, bien utilizadas para manipular y conducir a las grandes masas por políticos, líderes y caudillos en todo tiempo y lugar? ¿Hemos entonces, variado o perfeccionado cualitativamente la sustancia de la grosera naturaleza que nos determina, o sólo la hemos acomodado y disfrazado con brillantes atuendos que, además, nos ayuden a percibir aquello que más nos conviene?

miércoles, 23 de junio de 2010

Nausea

A veces, leyendo algún libro determinado o viendo alguna una película (normalmente lo primero), no se puede evitar reflexionar y plantearse cuestiones, y al hacerlo, a uno se le remueven cosas por dentro, cosas que normalmente se encuentran ocultas y tranquilas en el fondo de la mente, pero que desagradablemente suben a la superficie en ocasiones , y al hacerlo uno nota como le asalta la nausea y se le agarra a la garganta. Estos días me ocurrió algo así leyendo un par de novelas en las que el autor volcaba en parte sus experiencias e impresiones como reportero de guerra; y a través de sus palabras y su estilo, crudos en su sencillez y naturalidad, uno podía ver reflejarse ,ante sus ojos, la naturaleza cruel, vengativa, mezquina, infame y absurda de puro estúpida que queda al descubierto en situaciones límites, como en los conflictos bélicos. Ante ello, no podía evitar que una especie de desaliento suave y denso, que un cansancio y una especie melancolía amargos y pesados se fueran apoderando de mis miembros y de mi cabeza, cuando le daba vueltas a lo que había leído.

Pienso que un momento determinado de nuestras vidas a cualquier persona le pueden asaltar estas sensaciones y sentimientos, pero que quizás, las personas con inquietudes y curiosidad, aquellas que tienden a reflexionar y buscar y más para aquellas que lo hacen con un cierto grado de honestidad, lucidez y valentía, ello puede ocurrir con mayor facilidad y en una medida más grande, llegando a convertirse en suceso casi común, casi omnipresente en mayor o menor medida y con el que se puede llegar a hacer muy duro convivir. No es que ello deba ser necesariamente mejor ni peor, simplemente es diferente.

Si algo así ocurre, es debido también, pienso, a que ese libro o cualquier obra o elemento de otro tipo que despierte esas impresiones, no hace más que reflejar, completar y moldear , en cierta manera, conocimientos y revelaciones ya intuidos de forma nebulosa y vaga que se depositan en los recovecos de nuestra mente y de nuestro corazón y, que en un momento dado encuentran una forma de ascender y tomar forma en nuestra conciencia.

Ciertamente la contemplación de los actos de violencia, destrucción, abuso y las muy diversas formas de barbarie de que es capaz la ruin condición humana, que en la guerra queda tan brutal e inequívocamente desnuda y puesta de manifiesto, resultante impactante, pero aún lo es más el hecho de que ello haya sucedido, suceda y sucederá en todo tiempo, lugar y circunstancia, llevado a cabo por personas que son iguales a nosotros y a nuestros semejantes. Y el hecho de que el compañero de trabajo, el amigo, el tendero con el que hablamos cada día, o nosotros mismos seamos capaces de actos de esa barbarie y brutalidad , simplemente encontrándonos en unas circunstancias determinadas, nunca es una idea fácil de aceptar, y no precisamente tranquilizadora. Y no hay que engañarse, como seres humanos que todos somos, en cierta medida y en cierta forma, todos somos esas víctimas y esos verdugos, y somos capaces de sufrir y cometer todos los actos propios de ellas.

Sin embargo, más amargo aún puede resultar, en contraste, volver la vista al aparentemente ordenado y civilizado mundo en que vivimos, observar las mezquinas metas, preocupaciones y necesidades de las personas que forman parte de esas perfeccionadas sociedades y que le dan forma a las mismas y determinan su curso; unas sociedades y un mundo el nuestro que se asemeja , en ocasiones, a una especie de granja hiperdesarrollada, por el modo en que organiza, condiciona y utiliza a sus miembros; un mundo este, el nuestro, donde a pesar de nuestro aparente civismo y cultura, existen también una infinita variedad de crueldades y abusos diversos que todos sufrimos y de los que también somos en parte responsables, aunque sea sólo por nuestra complicidad y aprobación silenciosa y tácita. La diferencia con una guerra o un desastre de cualquier otro tipo estribaría, más bien, en la forma pura y concentrada en que estas cosas se muestran, sucediendo todo de modo mucho más sutil y también hipócrita en nuestro mundo.

Necesario es reconocer, sin embargo, que en los malos momentos nuestras percepciones respecto a este tipo de cosas pueden verse deformadas y arrastradas por nuestro oscuro estado de ánimo y una mente demasiado imaginativa, como puede que me suceda a mi en estos momentos ; pero sucede también, pienso yo, que quienes son tachados de agoreros, pesimistas o amargados, son, a menudo, y, en gran medida, personas para las que no es tan posible o no tan sencillo , o no en la misma medida por lo menos, refugiarse en el espejismo de una imagen sobre si mismos y sobre su pequeño mundo que les facilite abandonarse al discurrir de sus existencias sin tener que sufrir la incomodidad de contemplar o reflexionar sobre ciertas cosas.

Cuando, como he dicho, sobreviene la náusea y se agarra a la garganta, en ese momento, se hace necesario tener algo donde agarrarse mientras vuelve a bajar. En mi caso, mis apoyos y justificaciones pueden resultar bastante simples o incluso endebles: unas pocas y escasas personas cuyo recuerdo e imagen brillan a pesar de todo, el recuerdo de ciertos libros, melodías o imágenes entorno a las cuales se ha conformado mi forma de pensar y sentir y a las que siempre puedo volver en busca de consuelo y refugio, la evocación de ciertos raros e inesperados momentos de plenitud y paz que han dejado entrever y experimentar una cierta armonía y tranquilidad , o , a veces, el simple aferrarse obstinadamente a un ideal propio y a un concepto digno de la propia persona sobre el que apoyarse , por estúpido o arbitrario que pueda ser. No es mucho quizá, como he dicho, pero personalmente atesoro todo ello como algo importante y valioso que, además, me ha permitido comprender y ser humilde, al mostrar como todo lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo, lo abyecto y lo elevado y, en fin, todos las componentes de este mundo nuestro, con todas sus gradaciones de negativo y positivo, se pueden llegar a entremezclar y surgir , en cierta forma, unos de otros de una forma misteriosa y fascinante. También ayuda a continuar, aunque el camino a menudo no sea fácil ni agradable, con el consuelo de encontrar alguno de estos ocasionales tesoros y disfrutando de los que ya hemos hallado, teniendo la certeza , además, de que el tiempo de detenerse siempre acaba llegando y, después de todo, no hay necesidad de apresurarlo a pesar de todo . No parece mucho, ciertamente, pero para mi es suficiente. Cada uno tiene su camino, y lo recorre a su modo, llegando a donde llega y pagando sus propios peajes.

martes, 1 de junio de 2010

Espartanos

Al reflexionar sobre lo que constituyó y supuso el cosmos lacedemonio en la Grecia clásica de la antigüedad y el tipo de sociedad y cultura a que dio lugar: militarizada y rígida, que somete casi totalmente la individualidad al bien común, basada en un número limitado de ciudadanos-soldado que ejercen sus derechos y prerrogativas sobre y a costa de una amplia población sometida... Al reflexionar sobre ello repito, no puedo evitar que me surjan sentimientos encontrados y de naturaleza muy dispar.

En muchos aspectos, desde nuestros estándares y parámetros actuales, los espartanos hacían gala de unas costumbres y usos de una frecuente y marcada dureza, brutalidad y crueldad, ya fuera en la propia ordenación y trato de sus ciudadanos, ya en su relación con la población sometida. Algo que, muy razonablemente, tiende a generar rechazo y crítica en la mayoría de las personas formadas en una sociedad como la nuestra . El mencionado sometimiento casi total de la iniciativa y la libertad individual, reconducida hacia la idea de comunidad, e imposibilitada de ser ejercida al margen de la misma y fuera de los cauces marcados (que abarcaban casi todos los ámbitos de vida pública y privada) , nos resultaría simplemente asfixiante e intolerable, lo cual es algo lógico y que no puedo más que compartir.

No obstante, y a pesar de todo, desde otra perspectiva diferente, me resulta imposible no experimentar fascinación y admiración en el acercamiento a este pueblo y su cultura. Esas sensaciones no se relacionarían tanto con la impresionante disciplina y orden con que se comportaban en casi todos los aspectos de su vida esos hombres, o con el indudable e impresionante valor, eficacia y tenacidad que mostrarán en el combate, por adversa y desesperada que fuera su situación, o porque pudiera encontrar en ello el reflejo y cristalización de ideales utópicos, como tantos pensadores, militares o políticos delirantes han hecho a lo largo de la historia. No, en mi caso, más bien, mi querencia y simpatía por Esparta y sus ciudadanos se relacionarían , ante todo, con la obstinación, constancia y devoción que esos hombres mostraron a lo largo de cientos de años por perseguir y mantenerse a la altura de sus ideales marcados, por el orgullo sentido ante el mantenimiento de la imagen que habían forjado de sí mismos y de su ciudad y al que se aferraron hasta sus últimas consecuencias, aunque su construcción se fuera derrumbando y cayendo inevitablemente sobre sus cabezas con el tiempo, empujada por el viento del cambio.

Ciertamente, se podría discutir (y se ha discutido) sobre la lógica, el valor o la utilidad de una postura como la mantenida por los lacedemonios , pero la valoración que hago en este momento poco tiene que ver con estas dimensiones y nada o casi nada tiene que ver con un análisis histórico. No, para mi aquí se trata más bien de lo bello y hermoso, de lo sublime que puede resultar un tal empeño y una tal capacidad de sacrificio y devoción a un ideal y a una imagen( ya se considere estúpido o inteligente, positivo o negativo) como lo demostraron en tan alto grado los espartanos a lo largo de su historia. Personalmente, ello para mi se encuentra, en cierto modo, más allá de la inteligencia o la necedad o del bien y del mal; y se me aparece grande y admirable, simplemente porque resulta irresistiblemente hermoso; y, en estos casos, nunca he sido capaz de soslayar la verdad que encuentro en ese tipo de belleza.

lunes, 31 de mayo de 2010

Sabios

Se me ocurre que el auténtico sabio o santo, la persona que ha alcanzado la iluminación, que ha penetrado en los grandes misterios, no puede llegar a comunicar o transmitir esta experiencia a otras personas, por grande que pueda ser su deseo, empeño y por grandes medios y recursos que emplee, precisamente por la misma naturaleza de la vivencia. Como mucho, pienso que sus esfuerzos se podrían resumir en un señalar y dar un pequeño empujón para que la persona empiece a recorrer su propia senda con sus particulares medios y esfuerzos. Lástima que la mayor parte de las veces nos quedemos mirando estúpidamente el dedo y nos incomode y moleste ese empujón que nos hace comenzar a movernos.