miércoles, 3 de noviembre de 2010

Genios

Siempre he encontrado fascinante la figura del genio; aunque no tanto quizá por el alcance y trascendencia de sus ideas , y por las repercusiones y efectos de sus acciones como por otras razones . Desde luego, el peso y entidad de la mismas puede llegar a ser inconmensurable y la historia nos ha demostrado esa hecho de forma palpable con un buen número de ejemplos a lo largo de los siglos. Aunque ello reviste un indudable y merecido interés y atención, el aspecto que me atrae de forma más poderosa es, posiblemente, el de la propia figura de quienes englobamos con el término de genio o sus derivados y sinónimos; su singularidad dentro de la dimensión humana, de la que , paradójicamente y posiblemente, sean su mejor y más elocuente muestra.

A riesgo de resultar melodramático por la forma de expresarlo, la figura del genio parece conllevar, aparente, y, casi inevitablemente, de una forma u otra, el estigma de la tragedia. En primer lugar, se puede pensar en el caso de las personas que, teniendo las potenciales propias de una figura tal no son capaces de encontrar los medios, la ocasión o las condiciones apropiadas para llegar a alcanzar las cumbres a que podrían haber llegado en unas circunstancias más propicias. ¿Cuantos habrán sido? Creo que probablemente la inmensa mayoría. ¿Cuantos otros, se habrán quedado a mitad de camino? Otro buen número imagino. No puedo evitar elucubrar sobre toda la amargura, tristeza y dolor acumulados por personas que, aunque puedan haber pensado en elevarse, nunca han podido alzar el vuelo, o se han estrellado poco después de haberlo iniciado, o, en aquellos a los que , simplemente, se les han arrancado las alas de una u otra forma. Incluso aquellos que han podido experimentar y cultivar sus talentos y capacidades hasta que han florecido y dado fruto, aquellos que han podido dejar su huella, no se han visto libres de sufrir la soledad, la incomprensión, el olvido, el rechazo o la abierta hostilidad y desprecio por parte de los demás, o de ellos mismos.

En cierto modo, creo que el alineamiento y desarraigo de sus semejantes y de la sociedad y cultura en que habitan son, a la vez, tanto requisito previo, como precio a pagar por las personas extraordinarias en el caso de aprovechar y cultivar sus dones; a la vez causa y efecto. La naturaleza singular, y el curso que impone el desarrollo de la misma a esas personas, pienso que tiende a llevarlas más allá que el resto de la gente de su tiempo en uno u otro sentido, pero al precio de separarlas en mayor o menor medida del mundo o realidad concreta de la que han surgido y en la que se han formado, lo cual conlleva un lógico y considerable sufrimiento y angustia. No es tampoco raro que, como consecuencia de toda esa serie de dificultades, complicaciones y sinsabores a los que se ven expuestos, o a su simple incapacidad para lidiar con su genialidad y sus implicaciones, los seres extraordinarios acaben desviándose y cayendo los extremos de la megalomanía, el aislamiento y la autodestrucción; por poner solo algunos ejemplos usuales que se suelen dar, ejemplos de una conducta límite y terminal, demasiado frecuente y cuya amenaza siempre ronda a lo extraordinario.

Herman Hesse, refiriéndose a los genios, utiliza en ocasiones la imagen de sondas que la humanidad lanza al futuro para tantear su camino. Un "sacrificio al futuro" sería una forma poética (y bastante pedante quizá, lo admito) de expresarlo de forma parecida. En cualquier caso, y según esa imagen, las personas de genio funcionarían, de algún modo, como los precursores, como los exploradores y pioneros que buscaría los nuevos horizontes y caminos por los que los hombres podrán seguir avanzando y extendiéndose en lo sucesivo, aquellos que señalan los posibles cauces por los que pueda seguir discurriendo nuestra historia y nuestro desarrollo. La cosa, precisamente, es que la mayoría de la gente suele vivir en una realidad inmediata y concreta, con unos limites y unos cauces que sean bien visibles y estén claramente definidos. Un mundo ordenado. Pero el mundo nunca se encuentra totalmente acabado, y su perduración se basa, sobre todo, en su actividad y su movimiento continuos. Desde esa perspectiva, las personas de genio serían buenos representantes y mejores muestras de ese hecho básico. Lógicamente, desde los parámetros estandard del común de la gente, esos mismos sujetos singulares no sólo resultarían incomprensibles y molestos con frecuencia, sino que pueden ser fácilmente percibidas como un peligro y amenaza para sus semejantes, ya que pueden poner en duda las bases y los pilares sobre los que descansa el edificio en donde el resto se refugia y mora ; al menos, me parece una reacción plausible en mi caso. Resultaría casi inevitable, para personas de esta condición, poner en entredicho statu quo sobre el que se basa el sistema en el que se basa la forma de vida de quienes forman parte del mismo, y ello , lógica y fácilmente, provocaría reacciones negativas y de rechazo en las mismas.

Si bien la actuación y las iniciativas de los seres extraordinarios pueden suponer numerosos beneficios una vez se aceptan y se adoptan, en un primer momento, ello es bastante difícil que pueda ser percibido, y mucho menos abrazado y utilizado sin con ello causar una serie de sacudidas y trastornos demasiado grandes para ser aceptados. Ha sido cosa común en todos los tiempos y épocas el hecho de que el reconocimiento y la aceptación de un determinado personaje de gran entidad y de sus actuaciones y obras sólo haya sucedido tiempo después de que estas se produjeran, cuando las condiciones y el contexto habían variado lo suficiente, y ya no suponían ( o se percibía que ya no podían suponer) un peligro de entidad. Parco consuelo se puede pensar, e ilustrativo ejemplo de ingratitud, pero el funcionamiento del mundo real poco o nada tiene que ver gran parte del tiempo con nuestros queridos y elevados ideales o la moral que defendemos o, decimos, defender.

He dicho al principio, que los genios podían ser una muestra elocuente de los mejores (también peores en ocasiones) elementos que constituirían el espíritu o la esencia humana. Ello no quiere decir, en absoluto, que sean solo ellos quienes puedan conformarlo y encarnarlo. Si bien con ellos se ha podido dar importantes y llamativos empujones al carro donde viaja la humanidad, es, sobre todo, la discreta y callada labor de la masa anónima, creo, la que le ha mantenido en movimiento avanzando (otra cosa sería hablar del destino posible al que nos encamináramos en ese viaje o las posibles consecuencias derivadas del mismo). Entre esa multitud, me gusta pensar, que existe siempre una cantidad apreciable, aunque nunca demasiado numerosa, de personas con capacidad de penetrar más allá, de no limitarse a lo común, ordinario e inmediato, de aportar su valioso y brillante grano de arena a la riqueza común de la humanidad, de enfrentarse a la vida con el grado suficiente de lucidez, decisión y valor como para poder dar los pasos suficientes como para justificar su camino, y, de paso, el de la colectividad de la que forman parte. Eso siempre supone pagar un peaje, claro, de una entidad y forma determinada en cada caso. ¿Merece la pena el costo en relación con los beneficios? Eso es una pregunta cuya respuesta supongo debe proporcionarse cada uno de nosotros individualmente.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Esencia humana (II)

Se puede pensar que a través de las más variadas vicisitudes y esfuerzos que refleja la historia, progresivamente nuestras modernas sociedades han ido consiguiendo superar y alzarse por encima de esta áspera realidad en grado notable, pero si uno enfoca y concentra su mirada no se tarda demasiado en volver a percibir la huella de todos estos mencionados afanes y necesidades, apenas ordenados y regulados precariamente en un frágil equilibrio, y disfrazados como es común en el hombre occidental bajo el manto supuesto de la civilización y el progreso; un manto este, de todas formas, con bastantes remiendos y a través del cual no dejen de entreverse multitud de sutiles (o no tan sutiles) y disimuladas crueldades, injusticias, abusos y humillaciones que suponen gran parte de la vida de cualquier miembro de estas sociedades. Y ello,cuando no se producen las inevitables irrupciones crudas y abiertas de la condición de los hombres , tan a menudo mezquina, egoísta, miserable y atroz, en las forma de asesinatos, robos, violaciones, maltratos, linchamientos etc. que conforman un transfondo oscuro y bronco, pero siempre real y presente que se sigue asentando en los sótanos, recovecos y esquinas de la aparentemente brillante pero precaria estructura que hemos conformado , aunque tan a menudo y tan convenientemente apartemos de ello nuestra mirada.

Cierto es, por otra parte, que algunas sociedades parecen mostrar un mayor grado de equilibrio, armonía y prosperidad que otras. Si esto es efectivamente así, ¿en qué se basa su aparente mayor éxito? ¿Han encontrado las nociones de libertad, justicia, igualdad y fraternidad una tierra más profunda donde arraigar o disfrutado de unos mayores cuidados y desvelos para que florezcan? Si se puede considerar que hasta cierto punto ha habido avances notables en ese sentido, pienso que estos son más bien un producto de la dinámica social, política y económica que unos principios impulsores de la misma, además de estar condicionado ello por unas claras y evidentes constataciones de índole puramente prácticas y pragmáticas. Después de todo, ¿acaso las lentas y penosas conquistas y reconocimientos de derechos y prerrogativas generales para los ciudadanos no han sido el producto de interminables, enconadas y violentas revueltas, luchas y reclamaciones? ¿No es cierto que el estado del bienestar del que han estado disfrutando los países de occidente derivó en gran parte de los efectos de las tragedias y sufrimientos que golpearon de forma brutal el mundo desde la primera guerra mundial hasta la posguerra de la segunda, pasando por la mayor depresión económica de la historia moderna? Conviene no olvidar tampoco, que la semilla de estos graves acontecimientos se encuentran en gran medida en los desequilibrios y movimientos generados por políticos, militares, magnates económicos y oportunistas varios, en fin, por aquellos que copaban las elites y los puestos más altos del sistema y que utilizando éste la mayor parte del tiempo como patio para la conducción y consecución irresponsable de sus egoístas deseos y ambiciones, ayudaron a arrastrar a incontables masas de hombres e innumerables territorios en una desenfrenada e histérica vorágine, producto de la cual son los mayores horrores y desastres (sistematizados y a una escala nunca imaginada hasta entonces) que ha conocido el hombre y cuyos efectos perniciosos condicionaron (y condicionan aún en parte) el curso posterior de la historia de la humanidad. Pero no es menos cierto, y siempre me gusta tener presente, que estos poderosos e influyentes personajes y grupos a los que con justicia se puede achacar gran parte de la responsabilidad y la culpa de lo sucedido (aunque en absoluto toda ella) siguen siendo al fin y al cabo parte de la humanidad al igual que nosotros, con unas características y una naturaleza básica no diferente a la de sus cómplices, sus siervos o sus víctimas y de la que todos participamos. Básicamente hombres al fin y al cabo. Ni más ni menos.

martes, 27 de julio de 2010

Esencia humana (I)

No hay duda, de que el intelecto humano constituye una poderosa y útil herramienta que ha conseguido que este se emancipará de los condicionantes y las limitaciones que la Naturaleza impone a sus criaturas, al menos en apariencia. Sin embargo, uno no puede evitar preguntarse, hasta que punto el desarrollo de la civilización y la cultura, productos de su superior inteligencia , han liberado y transformado auténticamente al ser humano en una especie singular y admirable y cual es el auténtico alcance y significado de las conquistas humanas. Y es que si uno presta atención a los motivos y metas que han impulsado y guiado las acciones de los hombres a lo largo de toda su historia (no sus pretextos o excusas) , muchas de las ideas generalmente aceptadas y en las que basamos nuestra imagen , a menudo idealizada, del hombre, quedan ciertamente matizadas cuando no puestas en entredicho abiertamente.

No puedo dejar de tener la impresión, a menudo, de que a pesar de todos nuestros supuestos avances quizá no nos hayamos alejado demasiados del resto de los animales, salvo pervirtiendo, enmascarando o hiperdesarrollando los instintos e impulsos comunes que nos guían, y urdiendo ingeniosos y complejos medios de satisfacerlos, pero sin haber variado apenas la esencia común de nuestra existencia. Después de todo, tan sólo prestando atención a los afanes y la conducta de los hombres de las sociedades avanzadas de hoy en día, ¿somos realmente tan especiales, tan desarrollados y tan admirables como nos gusta pensar que somos? ¿Acaso la mayor parte de nuestras energías no siguen dirigiéndose a la búsqueda de la satisfacción de instintos primarios como comida, refugio, seguridad y sexo? ¿No sería esto, básicamente y en el fondo, asegurar la supervivencia de los individuos y la perpetuación de la especie a través de sus individuos con más éxito, siguiendo en ello el básico principio guía de búsqueda de lo placentero y "bueno" y evitar lo desagradable y doloroso? Nuestro incansable afán por el poder, la riqueza y la ostentación , poderosos motores de las acciones de los hombres a lo largo de toda la historia, ¿no entroncarían con este fondo casi directamente heredado de nuestros ancestros animales? ¿No es cierto acaso que el miedo (mecanismo evolutivo básico) y la ambición (ayudados tan frecuentemente por diferentes formas de agresión y violencia) siguen siendo fuerzas impulsoras tan poderosas como lo han sido siempre, siendo además, bien utilizadas para manipular y conducir a las grandes masas por políticos, líderes y caudillos en todo tiempo y lugar? ¿Hemos entonces, variado o perfeccionado cualitativamente la sustancia de la grosera naturaleza que nos determina, o sólo la hemos acomodado y disfrazado con brillantes atuendos que, además, nos ayuden a percibir aquello que más nos conviene?

miércoles, 23 de junio de 2010

Nausea

A veces, leyendo algún libro determinado o viendo alguna una película (normalmente lo primero), no se puede evitar reflexionar y plantearse cuestiones, y al hacerlo, a uno se le remueven cosas por dentro, cosas que normalmente se encuentran ocultas y tranquilas en el fondo de la mente, pero que desagradablemente suben a la superficie en ocasiones , y al hacerlo uno nota como le asalta la nausea y se le agarra a la garganta. Estos días me ocurrió algo así leyendo un par de novelas en las que el autor volcaba en parte sus experiencias e impresiones como reportero de guerra; y a través de sus palabras y su estilo, crudos en su sencillez y naturalidad, uno podía ver reflejarse ,ante sus ojos, la naturaleza cruel, vengativa, mezquina, infame y absurda de puro estúpida que queda al descubierto en situaciones límites, como en los conflictos bélicos. Ante ello, no podía evitar que una especie de desaliento suave y denso, que un cansancio y una especie melancolía amargos y pesados se fueran apoderando de mis miembros y de mi cabeza, cuando le daba vueltas a lo que había leído.

Pienso que un momento determinado de nuestras vidas a cualquier persona le pueden asaltar estas sensaciones y sentimientos, pero que quizás, las personas con inquietudes y curiosidad, aquellas que tienden a reflexionar y buscar y más para aquellas que lo hacen con un cierto grado de honestidad, lucidez y valentía, ello puede ocurrir con mayor facilidad y en una medida más grande, llegando a convertirse en suceso casi común, casi omnipresente en mayor o menor medida y con el que se puede llegar a hacer muy duro convivir. No es que ello deba ser necesariamente mejor ni peor, simplemente es diferente.

Si algo así ocurre, es debido también, pienso, a que ese libro o cualquier obra o elemento de otro tipo que despierte esas impresiones, no hace más que reflejar, completar y moldear , en cierta manera, conocimientos y revelaciones ya intuidos de forma nebulosa y vaga que se depositan en los recovecos de nuestra mente y de nuestro corazón y, que en un momento dado encuentran una forma de ascender y tomar forma en nuestra conciencia.

Ciertamente la contemplación de los actos de violencia, destrucción, abuso y las muy diversas formas de barbarie de que es capaz la ruin condición humana, que en la guerra queda tan brutal e inequívocamente desnuda y puesta de manifiesto, resultante impactante, pero aún lo es más el hecho de que ello haya sucedido, suceda y sucederá en todo tiempo, lugar y circunstancia, llevado a cabo por personas que son iguales a nosotros y a nuestros semejantes. Y el hecho de que el compañero de trabajo, el amigo, el tendero con el que hablamos cada día, o nosotros mismos seamos capaces de actos de esa barbarie y brutalidad , simplemente encontrándonos en unas circunstancias determinadas, nunca es una idea fácil de aceptar, y no precisamente tranquilizadora. Y no hay que engañarse, como seres humanos que todos somos, en cierta medida y en cierta forma, todos somos esas víctimas y esos verdugos, y somos capaces de sufrir y cometer todos los actos propios de ellas.

Sin embargo, más amargo aún puede resultar, en contraste, volver la vista al aparentemente ordenado y civilizado mundo en que vivimos, observar las mezquinas metas, preocupaciones y necesidades de las personas que forman parte de esas perfeccionadas sociedades y que le dan forma a las mismas y determinan su curso; unas sociedades y un mundo el nuestro que se asemeja , en ocasiones, a una especie de granja hiperdesarrollada, por el modo en que organiza, condiciona y utiliza a sus miembros; un mundo este, el nuestro, donde a pesar de nuestro aparente civismo y cultura, existen también una infinita variedad de crueldades y abusos diversos que todos sufrimos y de los que también somos en parte responsables, aunque sea sólo por nuestra complicidad y aprobación silenciosa y tácita. La diferencia con una guerra o un desastre de cualquier otro tipo estribaría, más bien, en la forma pura y concentrada en que estas cosas se muestran, sucediendo todo de modo mucho más sutil y también hipócrita en nuestro mundo.

Necesario es reconocer, sin embargo, que en los malos momentos nuestras percepciones respecto a este tipo de cosas pueden verse deformadas y arrastradas por nuestro oscuro estado de ánimo y una mente demasiado imaginativa, como puede que me suceda a mi en estos momentos ; pero sucede también, pienso yo, que quienes son tachados de agoreros, pesimistas o amargados, son, a menudo, y, en gran medida, personas para las que no es tan posible o no tan sencillo , o no en la misma medida por lo menos, refugiarse en el espejismo de una imagen sobre si mismos y sobre su pequeño mundo que les facilite abandonarse al discurrir de sus existencias sin tener que sufrir la incomodidad de contemplar o reflexionar sobre ciertas cosas.

Cuando, como he dicho, sobreviene la náusea y se agarra a la garganta, en ese momento, se hace necesario tener algo donde agarrarse mientras vuelve a bajar. En mi caso, mis apoyos y justificaciones pueden resultar bastante simples o incluso endebles: unas pocas y escasas personas cuyo recuerdo e imagen brillan a pesar de todo, el recuerdo de ciertos libros, melodías o imágenes entorno a las cuales se ha conformado mi forma de pensar y sentir y a las que siempre puedo volver en busca de consuelo y refugio, la evocación de ciertos raros e inesperados momentos de plenitud y paz que han dejado entrever y experimentar una cierta armonía y tranquilidad , o , a veces, el simple aferrarse obstinadamente a un ideal propio y a un concepto digno de la propia persona sobre el que apoyarse , por estúpido o arbitrario que pueda ser. No es mucho quizá, como he dicho, pero personalmente atesoro todo ello como algo importante y valioso que, además, me ha permitido comprender y ser humilde, al mostrar como todo lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo feo, lo abyecto y lo elevado y, en fin, todos las componentes de este mundo nuestro, con todas sus gradaciones de negativo y positivo, se pueden llegar a entremezclar y surgir , en cierta forma, unos de otros de una forma misteriosa y fascinante. También ayuda a continuar, aunque el camino a menudo no sea fácil ni agradable, con el consuelo de encontrar alguno de estos ocasionales tesoros y disfrutando de los que ya hemos hallado, teniendo la certeza , además, de que el tiempo de detenerse siempre acaba llegando y, después de todo, no hay necesidad de apresurarlo a pesar de todo . No parece mucho, ciertamente, pero para mi es suficiente. Cada uno tiene su camino, y lo recorre a su modo, llegando a donde llega y pagando sus propios peajes.

martes, 1 de junio de 2010

Espartanos

Al reflexionar sobre lo que constituyó y supuso el cosmos lacedemonio en la Grecia clásica de la antigüedad y el tipo de sociedad y cultura a que dio lugar: militarizada y rígida, que somete casi totalmente la individualidad al bien común, basada en un número limitado de ciudadanos-soldado que ejercen sus derechos y prerrogativas sobre y a costa de una amplia población sometida... Al reflexionar sobre ello repito, no puedo evitar que me surjan sentimientos encontrados y de naturaleza muy dispar.

En muchos aspectos, desde nuestros estándares y parámetros actuales, los espartanos hacían gala de unas costumbres y usos de una frecuente y marcada dureza, brutalidad y crueldad, ya fuera en la propia ordenación y trato de sus ciudadanos, ya en su relación con la población sometida. Algo que, muy razonablemente, tiende a generar rechazo y crítica en la mayoría de las personas formadas en una sociedad como la nuestra . El mencionado sometimiento casi total de la iniciativa y la libertad individual, reconducida hacia la idea de comunidad, e imposibilitada de ser ejercida al margen de la misma y fuera de los cauces marcados (que abarcaban casi todos los ámbitos de vida pública y privada) , nos resultaría simplemente asfixiante e intolerable, lo cual es algo lógico y que no puedo más que compartir.

No obstante, y a pesar de todo, desde otra perspectiva diferente, me resulta imposible no experimentar fascinación y admiración en el acercamiento a este pueblo y su cultura. Esas sensaciones no se relacionarían tanto con la impresionante disciplina y orden con que se comportaban en casi todos los aspectos de su vida esos hombres, o con el indudable e impresionante valor, eficacia y tenacidad que mostrarán en el combate, por adversa y desesperada que fuera su situación, o porque pudiera encontrar en ello el reflejo y cristalización de ideales utópicos, como tantos pensadores, militares o políticos delirantes han hecho a lo largo de la historia. No, en mi caso, más bien, mi querencia y simpatía por Esparta y sus ciudadanos se relacionarían , ante todo, con la obstinación, constancia y devoción que esos hombres mostraron a lo largo de cientos de años por perseguir y mantenerse a la altura de sus ideales marcados, por el orgullo sentido ante el mantenimiento de la imagen que habían forjado de sí mismos y de su ciudad y al que se aferraron hasta sus últimas consecuencias, aunque su construcción se fuera derrumbando y cayendo inevitablemente sobre sus cabezas con el tiempo, empujada por el viento del cambio.

Ciertamente, se podría discutir (y se ha discutido) sobre la lógica, el valor o la utilidad de una postura como la mantenida por los lacedemonios , pero la valoración que hago en este momento poco tiene que ver con estas dimensiones y nada o casi nada tiene que ver con un análisis histórico. No, para mi aquí se trata más bien de lo bello y hermoso, de lo sublime que puede resultar un tal empeño y una tal capacidad de sacrificio y devoción a un ideal y a una imagen( ya se considere estúpido o inteligente, positivo o negativo) como lo demostraron en tan alto grado los espartanos a lo largo de su historia. Personalmente, ello para mi se encuentra, en cierto modo, más allá de la inteligencia o la necedad o del bien y del mal; y se me aparece grande y admirable, simplemente porque resulta irresistiblemente hermoso; y, en estos casos, nunca he sido capaz de soslayar la verdad que encuentro en ese tipo de belleza.

lunes, 31 de mayo de 2010

Sabios

Se me ocurre que el auténtico sabio o santo, la persona que ha alcanzado la iluminación, que ha penetrado en los grandes misterios, no puede llegar a comunicar o transmitir esta experiencia a otras personas, por grande que pueda ser su deseo, empeño y por grandes medios y recursos que emplee, precisamente por la misma naturaleza de la vivencia. Como mucho, pienso que sus esfuerzos se podrían resumir en un señalar y dar un pequeño empujón para que la persona empiece a recorrer su propia senda con sus particulares medios y esfuerzos. Lástima que la mayor parte de las veces nos quedemos mirando estúpidamente el dedo y nos incomode y moleste ese empujón que nos hace comenzar a movernos.

jueves, 20 de mayo de 2010

Personajes

Algunas veces, en algunos libros, mangas, comics, películas o series me he topado con ciertos personajes que me han impactado de manera especial , llegando a ocupar con el tiempo un lugar destacado en mi mente, como referencia y fulcro entorno a los que se ha forjado mi manera de pensar, sentir y , a través de los cuales, he enfocado mi mirada hacia la realidad que me rodeaba.

En un principio, poco tienen en común, y es muy difícil encontrar un hilo conductor que los relacione y que explique mi querencia y mi fascinación por ellos. Tanto sus características físicas o mentales, como su personalidad, sus acciones, su contexto propio... en todo ello difieren de manera bastante acusada por regla general. Y, sin embargo, conociéndoles y acercándome a ellos, experimentando a través de su persona otros lugares y tiempos, sus victorias y sus derrotas, sus odios y sus amores, sus infamias y sus actos sublimes, con todos ellos, digo, he sentido un parecido estremecimiento de atracción y maravilla, de regocijo y entusiasmo casi infantil al atisbar con su compañía la infinita complejidad, la inagotable variedad de matices y formas y la contradictoria esencia del ser humano y de su mundo, con el fascinante fluir y confluir de las diferentes corrientes que los mueven.

Quizá precisamente sea eso lo que todos tienen en común; el hecho de iluminar y hacer vislumbrar, con sus destellos, la inmensidad y profundidad casi insondable del alma humana y su eterno e infinito misterio, un misterio existente en mayor o menor grado en el interior de cada ser humano y reproducido sin solución de continuidad a lo largo de todas las épocas y lugares, y que posiblemente sea también el hecho más apasionante y útil de experimentar y conocer por cualquier persona . Yo, por mi parte, me siento agradecido hacia ellos y hacia las personas que les dieron vida por todo lo que me han aportado, aunque a veces sus regalos resultarán equívocos, o incluso dolorosos y difíciles de aceptar y mantener a menudo; aunque debo decir, que no por ello mi cariño y respeto hacia ellos ha sido menor, si acaso lo contrario. Me siento en deuda , como he apuntado, porque sin su compañía y ayuda mi vida hubiera sido, sin duda, mucho más gris, pobre y absurda y, por todo ello, me siento contento de honrarles aunque sólo sea a través de un pequeño escrito como éste.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Decisiones

Una de las mayores virtudes, quizá la mayor, que se pueda encontrar en una persona es la capacidad de tomar decisiones. A primera vista, éste talento puede no parecer un gran talento o ni siquiera un talento en absoluto. Después de todo, a veces con buenos, a veces con malos resultados tomamos decisiones cada día y de forma continua y ello no suele constituir ningún gran acontecimiento. No obstante y demasiado frecuentemente , los seres humanos efectuamos nuestras elecciones de una forma casi totalmente casual, sin apenas ser conscientes y sin contemplar ni valorar la naturaleza de las mismas , ni las condiciones que las envuelven y las determinan, ni las consecuencias que de nuestras actuaciones se podrían derivar. En otras ocasiones nos dejamos arrastrar por los acontecimientos y las corrientes exteriores de manera pasiva y con desidia para huir de la necesidad de efectuar una decisión, lo cual, paradójicamente, es en sí mismo una decisión; una de las más peligrosas y también cobardes y por las que casi siempre se pagan dolorosas consecuencias.

En un principio se podría pensar que un ser humano que tuviera la capacidad de tomar decisiones de forma acertada debería hacer gala de una gran inteligencia, astucia, agudeza o habilidad . Por mi parte, pienso que mucho más importante que esos recursos es apoyarse sobre la la lucidez, la honestidad y el valor. Lucidez y honestidad para ser capaz de captar y reconocer la naturaleza de nuestra situación, y poder sopesar y valorar nuestros caminos y las exigencias que recorrerlos nos supondrán, y valor para poder hacer la elección, ser consecuente con ella y aceptar lo que pueda traernos. Quien lo hace, puede hallar una libertad y un dominio al que pocos pueden acceder.

A través de nuestra vida, nos hemos acostumbrado a conducirnos guiados por necesidades y deseos concretos e inmediatos y pertenecientes a una dimensión muy limitada de nuestra existencia, sin tener en cuenta la continua y profunda interconexión de todos los elementos y corrientes que conforman nuestro mundo y del que nosotros somos parte integrante. Por desgracia, lo que es bueno a corto plazo y de forma inmediata no lo es a menudo a largo plazo y en un contexto más amplio. No captamos, o no queremos captar el hecho de que todos nosotros ,con nuestras elecciones damos forma a este mismo mundo y fijamos los cauces por los que discurrirá su devenir y no aceptamos nuestra responsabilidad en lo bueno y lo malo que nos pueda traer ello.

Pensaba sobre todo esto, cuando de manera afortunada hallé en el Siddhartha de Herman Hesse un pasaje que resumía y clarificaba gran parte de las cuestiones sobre las que reflexionaban y que no puedo más que reproducir por su belleza y certeza:

[...] La mayoría de los hombres, Kamala, son como las hojas que caen y revolotean indecisas, en el aire, antes de ir a parar al suelo. Otros son más bien como los astros: siguen una ruta fija, ningún viento los alcanza y llevan en su interior su ley y su trayectoria...

martes, 27 de abril de 2010

Destellos

En algunas ocasiones, y de forma inesperada, ciertas palabras leídas, ciertas imagenes contempladas, ciertos sonidos escuchados,hacen que se despierte en mi persona una vaga sensación de maravilla, de paz y de entendimiento. Es como si un fragmento de luz penetrara a través de las tinieblas y la bruma dejando entrever por unos breves instantes una destello de armonía y perfección que llena de regocijo y plenitud toda la persona. Apenas se ha rozado, se escurre entre los dedos. Quizá sea algo demasiado difícil de mantener y manejar por la persona e incluso puede que sea peligroso, esa rara sensación que llena el espíritu, que participa de la alegría, de la tristeza, del placer y del dolor, que está más allá de todos ellos y que un ser humano normal no puede mantener mucho tiempo sin dejar de ser lo que es, perdiéndose en cierta forma a sí mismo. Es algo que asusta y atrae al mismo tiempo.

Al haber experimentado alguno de estos destellos, se me ha ocurrido pensar que quizá los sentidos, la voluntad o el espíritu de las personas conforme "maduran" y "crecen" en cierta forma se atrofian o se embrutecen, aislándoles y cegándoles respecto a si mismos y al mundo, volviéndolas paradójicamente más pueriles, estúpidas y absurdas de lo que nunca pensarían e impidiéndoles participar de la armonía.

Una frase en un libro, las notas de un piano, la luz del atardecer sobre las hojas de los árboles, el rumor de las hojas mecidas por el viento, la voz del río por la noche con su superficie reflejando la luna, el olor a tierra mojada que trae la lluvia y la gotas cayendo sobre el cuerpo... algunos de los momentos más impactantes, plenos y felices que recuerdo haber experimentado son aparentemente bastante banales e insgnificantes lo admito. Sin embargo, algunas veces, se me ha presentado el punto de vista contrario, que realmente las cosas que valoramos, que perseguimos incansablemente y por las que nos sacrificamos pueden ser lo realmente superficial y superfluo pero que las seguimos estúpida y tércamente toda nuestra vida, convirtiéndolas en el sentido de la misma sin haber llevado a cabo ningún tipo de reflexión o valoración profunda, y aunque nunca lleguan a satisfacernos y hagan de nuestra existencia un vagubendeo absurdo, penoso y mediocre, sin ninguna finalidad real. Instintivamente, esta idea me puede causar inquietud y rechazo, pero ello no tiene que ser un óbice para su posible validez o certeza; puede que esa inquietud sea precisamente un signo inequívoco de cosas que es más cómodo y agradable no querer ver.

De niño, algunas veces tenía pensamientos que ahora me resultan sorprendentes por lo abstracto, peculiar y alejado en comparación con mi actual forma de pensar y sentir. Una vez, recuerdo haberme entretenido reflexionando como debería ser la existencia de una gota de lluvia que cayera al mundo y lo recorriera mientras cambiaba y se transformaba. Es posible que desde aquel entonces no haya aprendido ni avanzado realmente nada, quizá haya sucedido justo lo opuesto.

viernes, 23 de abril de 2010

Aforismo

El caos es sólo aparente; el orden, relativo y temporal. La armonía se complace en ello.

miércoles, 21 de abril de 2010

Ideologías

Según como puedo apreciarlo, las personas y los grupos que forman pueden ser flexibles y moderados , las ideologías bajo las que se encuadran difícilmente lo son. Es, precisamente, de este carácter absoluto, total, inflexible y simplista (por otra parte presente en gran medida en la misma raíz de la naturaleza de los sistemas ideológicos) que suelen adquirir sus interpretaciones, valoraciones e ideas de donde suelen derivar sus mayores fortalezas y ventajas, pero también sus mayores problemas e incovenientes. En el caso de los seguidores, ello se hace patente, de forma más clara , en el caso de personas de voluntad débil, con una acusada inclinación a entregarse siempre que se les ofrezcan explicaciones, pretextos o principios simples y absolutos, fáciles de entender y aceptar,y se les proporcione una serie recompensas y estímulos evidentes. Todo ello puede otorgar seguridad y traquilidad y crear un orden mental a partir del cual organizar y desarrollar la propia existencia, además de crear una finalidad ( más bien una excusa) hacia la que dirigir la vida. El precio a pagar, a cambio, es la simplicación y encorsetamiento de la realidad, de sus fenómenos y problemas, además de un peligroso estancamiento de la mente del seguidor, y el siempre presente riesgo de caer en el fanatismo y la violencia hacia aquello y aquellos que pongan en cuestión la ideología y, por ende, todos los sistemas y obras creados en torno a ella.

Desde hace mucho, he creído que la autorreflexión, valoración propia y una sana dosis de desconfianza y alejamiento son elementos imprescindibles para aquellas personas que pretender avanzar por la senda del conocimiento y ensachar sus horizontes, creciendo como personas (no es fácil, y el precio a pagar por ello pueder ser muy elevado, por otra parte) y teniendo opiniones e ideas verdaderamente propios. El aferrarnos a nuestras dudas nos permite, siempre que no nos dejemos arrastrar por ellas, mantenernos abiertos al cambio y la adaptación, a poder movernos con el flujo de las cosas y no ser arrastrados o hundidos por ese mismo flujo. Esto , además, ayuda a uno mismo a no dejarse empujar ni ser manipulado por corrientes, personas u organizaciones que hacen que los hombres avancen ciega y furiosamente sin limites ni conciencia sobre las consecuencias y efectos de sus actos, y todo ello por motivos, ambiciones y necesidades mezquinos, miserables y primarios, pertenecientes a seres y grupúsculos concretos pero que no tendrían ningún poder sin nuestro consentimiento y complicidad, ya sea activa o no. Las terribles huellas y cicatrices que ello ha dejado en nuestra historia y en la configuración de nuestro mundo son un testimonio suficientemente elocuente.

jueves, 15 de abril de 2010

Poder

No resulta demasiado complicado comprobar el hecho de que a lo largo de toda la historia humana las personas y grupos de toda clase y entidad que atesoran diferentes formas de poder y riqueza (otra forma de poder después de todo) tienden inevitablemente a intentar mantenerlos y a aumentarlos si es posible a toda costa y sin demasiados escrúpulos , formando castas que, normalmente se escudan tras diferentes pretextos religiosos, históricos, morales, etc. para defender los privilegios obtenidos por el interés propio. No se puede olvidar tampoco la comodidad y el miedo al cambio como motores que contribuyen a que se mantenga la inercia de la situación. Todo ello es bastante más sencillo de observar en sociedades y civilizaciones del pasado, pero no por ello ha dejado de funcionar durante toda la historia, hasta nuestros días y en prácticamente todos los niveles. No importa demasiado que hablemos de aristocracias,jerarquías religiosas, burguesías de negocios o burocracias administrativas, ni tampoco las ideologías bajo las que se disfracen; el impulso de crear, mantener y aumentar un feudo propio de poder y de evitar que cambien las condiciones bajo las que existe y se perpetua permanece.

Teniendo estas nociones en mente, gran parte los motivos, palabras y las acciones emprendidas por los seres humanos y las entidades que forman y en que se agrupan pueden llegar adquirir un significado y una imagen más clara ante nuestros, bien diferente a la que se suele esgrimir, por cierto. Que ello no suceda tan a menudo, imagino que se relaciona con el hecho de que esta constatación no deja de resultar áspera, cruda y descarnada y, por lo tanto, bastante incómoda al confrontarnos con la imagen más o menos idealizada que nos gustaría mantener de nuestro mundo y de nosotros mismos.

jueves, 8 de abril de 2010

Perspectiva

Desde que empece a apercibirme de ello, no ha dejado de resultarme interesante el hecho de que la importancia, la relevancia o el significado de algún suceso, acontecimiento o fenómeno está siempre determinado, en gran medida, por la escala y perspectiva a la que se le observe y por el contexto concreto (algo siempre en movimiento) en el que se produce. En fin, que cualquier conclusión o respuesta a la que llegamos tiene una validez relativa y temporal, aunque nuestros sentidos tengan dificultades en captarlo y nuestra mente, siempre sedienta de estabilidad y orden, se rebele ante ello. Desde luego, todo esto puede resultarnos incierto y pertubardor, pero también puede llegar a otorgarnos una libertad y capacidad de reinventarnos a nosotros y a nuestro mundo muy valiosa.

lunes, 5 de abril de 2010

Realidad

A menudo, me he sentido intrigado por la relación entre la " realidad" y la mente de las personas que la captan. Teniendo en cuenta la naturaleza inevitablemente limitada de nuestros sentidos y nuestro intelecto, me resulta casi imposible pensar que es posible alcanzar un conocimiento " objetivo" y unas verdades absolutas, si es que para empezar existieran. No por ello pienso que el afán de imparcialidad y honestidad sean menos valiosos y deseables en cualquier tarea intelectual, pero ello es otra cuestión y no quiero alejarme de lo que quiero decir.

En fin, según ciertas intuiciones propias , completadas y desarrolladas en muchos de sus aspectos en diversas lecturas, pienso que, en cierto modo, a través de nuestros sentidos y nuestra mente "capturamos" la realidad desde nuestro universo y edificamos nuestro mundo con aquello que captamos, en parte consciente, en parte inconscientemente (no es un conocimiento muy revolucionario o novedoso después de todo). Sin embargo, con esta creación también nos encerramos nosotros mismos a su vez en el interior de la misma. Ello es algo prácticamente inevitable y casi necesario a mi parecer. No obstante,una construcción demasiado sólida y acabada nos puede convertir en prisioneros de nuestras propias concepciones, aislarnos y estancar nuestro desarrollo vital, a la vez que nos deja vulnerables a los cambios y movimientos de más allá de nuestros muros; temerosos, recelosos y agresivos hacia todo lo que hay más alla de nuestro pequeño castillo. No hay que olvidar que ninguna fortaleza es inconquistable, ni ninguna construcción eterna. El precio y las consecuencias de hacerlo pueden ser muy altas según mi parecer.

Para empezar

Supongo que, como gran parte de los blogs que se crean, puede hablarse del deseo de comportar ideas, reflexiones y puntos de vista como motivo para la creación de este mismo. Es un término lo suficientemente general e indefinido para ello. Lo que hay más alla de ello puede ser tan diverso en matices como las propias personas que crean esos blogs. Todas las personas buscamos algo para nosotros mismos en cualquier caso. En el mío, sólo puedo mencionar el vago impulso y necesidad de hacer avanzar y probar los límites de mis propias ideas, concepciones y puntos de vista, con la curiosidad como principal motor. Ya veremos lo que se atrapa en las redes...