miércoles, 3 de noviembre de 2010

Genios

Siempre he encontrado fascinante la figura del genio; aunque no tanto quizá por el alcance y trascendencia de sus ideas , y por las repercusiones y efectos de sus acciones como por otras razones . Desde luego, el peso y entidad de la mismas puede llegar a ser inconmensurable y la historia nos ha demostrado esa hecho de forma palpable con un buen número de ejemplos a lo largo de los siglos. Aunque ello reviste un indudable y merecido interés y atención, el aspecto que me atrae de forma más poderosa es, posiblemente, el de la propia figura de quienes englobamos con el término de genio o sus derivados y sinónimos; su singularidad dentro de la dimensión humana, de la que , paradójicamente y posiblemente, sean su mejor y más elocuente muestra.

A riesgo de resultar melodramático por la forma de expresarlo, la figura del genio parece conllevar, aparente, y, casi inevitablemente, de una forma u otra, el estigma de la tragedia. En primer lugar, se puede pensar en el caso de las personas que, teniendo las potenciales propias de una figura tal no son capaces de encontrar los medios, la ocasión o las condiciones apropiadas para llegar a alcanzar las cumbres a que podrían haber llegado en unas circunstancias más propicias. ¿Cuantos habrán sido? Creo que probablemente la inmensa mayoría. ¿Cuantos otros, se habrán quedado a mitad de camino? Otro buen número imagino. No puedo evitar elucubrar sobre toda la amargura, tristeza y dolor acumulados por personas que, aunque puedan haber pensado en elevarse, nunca han podido alzar el vuelo, o se han estrellado poco después de haberlo iniciado, o, en aquellos a los que , simplemente, se les han arrancado las alas de una u otra forma. Incluso aquellos que han podido experimentar y cultivar sus talentos y capacidades hasta que han florecido y dado fruto, aquellos que han podido dejar su huella, no se han visto libres de sufrir la soledad, la incomprensión, el olvido, el rechazo o la abierta hostilidad y desprecio por parte de los demás, o de ellos mismos.

En cierto modo, creo que el alineamiento y desarraigo de sus semejantes y de la sociedad y cultura en que habitan son, a la vez, tanto requisito previo, como precio a pagar por las personas extraordinarias en el caso de aprovechar y cultivar sus dones; a la vez causa y efecto. La naturaleza singular, y el curso que impone el desarrollo de la misma a esas personas, pienso que tiende a llevarlas más allá que el resto de la gente de su tiempo en uno u otro sentido, pero al precio de separarlas en mayor o menor medida del mundo o realidad concreta de la que han surgido y en la que se han formado, lo cual conlleva un lógico y considerable sufrimiento y angustia. No es tampoco raro que, como consecuencia de toda esa serie de dificultades, complicaciones y sinsabores a los que se ven expuestos, o a su simple incapacidad para lidiar con su genialidad y sus implicaciones, los seres extraordinarios acaben desviándose y cayendo los extremos de la megalomanía, el aislamiento y la autodestrucción; por poner solo algunos ejemplos usuales que se suelen dar, ejemplos de una conducta límite y terminal, demasiado frecuente y cuya amenaza siempre ronda a lo extraordinario.

Herman Hesse, refiriéndose a los genios, utiliza en ocasiones la imagen de sondas que la humanidad lanza al futuro para tantear su camino. Un "sacrificio al futuro" sería una forma poética (y bastante pedante quizá, lo admito) de expresarlo de forma parecida. En cualquier caso, y según esa imagen, las personas de genio funcionarían, de algún modo, como los precursores, como los exploradores y pioneros que buscaría los nuevos horizontes y caminos por los que los hombres podrán seguir avanzando y extendiéndose en lo sucesivo, aquellos que señalan los posibles cauces por los que pueda seguir discurriendo nuestra historia y nuestro desarrollo. La cosa, precisamente, es que la mayoría de la gente suele vivir en una realidad inmediata y concreta, con unos limites y unos cauces que sean bien visibles y estén claramente definidos. Un mundo ordenado. Pero el mundo nunca se encuentra totalmente acabado, y su perduración se basa, sobre todo, en su actividad y su movimiento continuos. Desde esa perspectiva, las personas de genio serían buenos representantes y mejores muestras de ese hecho básico. Lógicamente, desde los parámetros estandard del común de la gente, esos mismos sujetos singulares no sólo resultarían incomprensibles y molestos con frecuencia, sino que pueden ser fácilmente percibidas como un peligro y amenaza para sus semejantes, ya que pueden poner en duda las bases y los pilares sobre los que descansa el edificio en donde el resto se refugia y mora ; al menos, me parece una reacción plausible en mi caso. Resultaría casi inevitable, para personas de esta condición, poner en entredicho statu quo sobre el que se basa el sistema en el que se basa la forma de vida de quienes forman parte del mismo, y ello , lógica y fácilmente, provocaría reacciones negativas y de rechazo en las mismas.

Si bien la actuación y las iniciativas de los seres extraordinarios pueden suponer numerosos beneficios una vez se aceptan y se adoptan, en un primer momento, ello es bastante difícil que pueda ser percibido, y mucho menos abrazado y utilizado sin con ello causar una serie de sacudidas y trastornos demasiado grandes para ser aceptados. Ha sido cosa común en todos los tiempos y épocas el hecho de que el reconocimiento y la aceptación de un determinado personaje de gran entidad y de sus actuaciones y obras sólo haya sucedido tiempo después de que estas se produjeran, cuando las condiciones y el contexto habían variado lo suficiente, y ya no suponían ( o se percibía que ya no podían suponer) un peligro de entidad. Parco consuelo se puede pensar, e ilustrativo ejemplo de ingratitud, pero el funcionamiento del mundo real poco o nada tiene que ver gran parte del tiempo con nuestros queridos y elevados ideales o la moral que defendemos o, decimos, defender.

He dicho al principio, que los genios podían ser una muestra elocuente de los mejores (también peores en ocasiones) elementos que constituirían el espíritu o la esencia humana. Ello no quiere decir, en absoluto, que sean solo ellos quienes puedan conformarlo y encarnarlo. Si bien con ellos se ha podido dar importantes y llamativos empujones al carro donde viaja la humanidad, es, sobre todo, la discreta y callada labor de la masa anónima, creo, la que le ha mantenido en movimiento avanzando (otra cosa sería hablar del destino posible al que nos encamináramos en ese viaje o las posibles consecuencias derivadas del mismo). Entre esa multitud, me gusta pensar, que existe siempre una cantidad apreciable, aunque nunca demasiado numerosa, de personas con capacidad de penetrar más allá, de no limitarse a lo común, ordinario e inmediato, de aportar su valioso y brillante grano de arena a la riqueza común de la humanidad, de enfrentarse a la vida con el grado suficiente de lucidez, decisión y valor como para poder dar los pasos suficientes como para justificar su camino, y, de paso, el de la colectividad de la que forman parte. Eso siempre supone pagar un peaje, claro, de una entidad y forma determinada en cada caso. ¿Merece la pena el costo en relación con los beneficios? Eso es una pregunta cuya respuesta supongo debe proporcionarse cada uno de nosotros individualmente.

1 comentario:

  1. Como genio que soy le doy el visto bueno a esta entrada del blog.
    Se te ha echao de menos :)

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